Los animales que actúan en los circos han sido capturados en su hábitat natural por las redes ilegales que se dedican al tráfico de animales (lo más frecuente), o son animales que han nacido en cautividad, o comprados en centros oficialmente autorizados a criar animales de cualquier tipo en cautividad, que se ocupan de animales de especies salvajes o exóticas para venderlos a los circos o a los zoológicos. El comercio ilegal, siendo muy común, mueve más o menos 6.000 millones de dólares[1] (actualmente el tráfico ilegal de animales es el segundo más rentable en el mundo); estos animales son capturados por cazadores furtivos que para poder secuestrar a la crías, matan a todo el grupo familiar o una parte. Después de la captura, los animales pueden sufrir el síndrome atáxico mioglobinúrico cuyos síntomas son ataxia, es decir contracturas musculares en el cuello, y mioglobinuria, destrucción del tejido muscular. En todo el mundo se han confiscado numerosos animales en los circos por no respetar la normativa oficial.
Sin embargo existe una legislación contra el tráfico ilegal. El convenio CITES, hasta hoy han firmado 175 países en todo el mundo. Es un programa internacional creado para controlar el comercio de especies que están en peligro de extinción. El CITES es un convenio vinculante, por lo tanto cuando un circo tiene animales de alguna especie protegida como elefantes, tigres, osos, focas etc., debe poseer el certificado CITES de compra-venta según los estándares legales. Si no es así los animales le vienen confiscados.
El entrenamiento debe ir precedido de la doma de los cachorros destinados a las actividades circenses. Una parte fundamental de esta fase es infundir en los animales el miedo hacia los instrumentos usados para entrenarlos y para evitar comportamientos no deseados: látigos, ganchos de metal, una herramienta llamada ankus (vara de madera con un gancho en la punta, llamada también bullhook, y utilizada sobre todo para los elefantes), etc. El ankus se aplica en las zonas más sensibles del animal, como detrás de las orejas, dentro la boca, los pies. A muchos osos y felinos se les extirpan los dientes y las garras para evitar accidentes.
Después de la doma viene el entrenamiento, durante el cual a los animales se les obliga a hacer ejercicios (actos ridículos que van contra su naturaleza), y ejecutar todo tipo de saltos, piruetas y coreografías. La mayoría de estos comportamientos son antinaturales e incluso dolorosos para su fisiología: tigres que saltan a través de aros de fuego (por instinto huyen del fuego), osos que montan en bicicletas, elefantes de pie apoyados sobre dos patas, etc. Estos números se obtienen tras días y días de entrenamiento durísimo y cruel, que les provoca estrés y miedo. En caso de que los animales no realicen los ejercicios que les enseñan, se recurre a la privación de agua y alimentos, a la violencia, usando látigos, varas que trasmiten descargas eléctricas, etc. En la pista, los animales realizan sus números solo porque los entrenadores llevan en las manos los látigos u otras herramientas que les recuerdan las torturas sufridas durante el entrenamiento.
Hay dos técnicas principales de entrenamiento: el estímulo positivo y el estímulo negativo. El primero consiste en repetir de manera incesante los ejercicios y premiar al animal si lo hace bien. La mayoría de los circos se precian de utilizar este método de entrenamiento, de no recurrir a la violencia, pero este sistema solo funciona si el animal está hambriento. El segundo, también llamado método del castigo, consiste en golpear al animal con látigos u otras herramientas si no hace bien el ejercicio.
Hoy, gracias a los activistas que luchan por defender a los animales, se sabe que ninguno de los métodos de entrenamiento asegura el bienestar de los animales en los circos. Lo demuestran también las innumerables fugas de animales que han provocado daños, herido y matado a personas. Desde 1990, 18 personas han muerto en Estados Unidos y 86 resultaron heridas. Aquí hay algunos ejemplos:
En 1994, el elefante africano Mike mató a su entrenador y escapó por las calles de Honolulú (Hawái) hiriendo a varias personas y creando daños materiales; la policía local mató a Mike ante el público. Elaine, elefanta del mismo circo, lastimó a ocho niños y a sus padres al derribar una cerca que mantenía separados al público y la pista.
Ese mismo año Sue, elefanta asiático del circo Jordan, arrolló a su entrenador y lo pisó mientras paseaba a dos niños sobre su lomo.
En 1993 un elefante del circo Ringling Bros tiró al suelo a su entrenador y le pisó el pecho; murió a causa de los daños internos sufridos.
[1] Datos de Wildlife Conservation Society (WCS).
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